Por: Eduardo Aguilar

Pumas ha iniciado el campeonato con un reto complicado: retomar su identidad. Más allá de pensar en campeonatos o disputar finales, la realidad del conjunto auriazul es otra:  pelear un puesto para liguilla con clubes como Xolos, Necaxa, Pachuca o Monarcas, que sin menospreciar su desempeño, no cargan con la misma responsabilidad que los felinos.

Los universitarios han dejado de ser protagonistas y eso no se puede negar, aquella final pérdida contra Tigres en el Apertura 2015 era un chispazo de lo que parecía un resurgimiento de su gloria Esa que los llevo al bicampeonato en 2004 y que los hizo coronarse en 2009 y 2011.

La discusión de su grandeza comienza a ser recurrente, no por las estadísticas o las estrellas en el escudo, porque tanto Toluca como Tigres los superan y no es el argumento central. Este debate surge ante la pérdida de esa identidad que construyó a Pumas como el cuarto grande.

Jugar con garra hasta el último minuto, pelear todos los balones con fiereza, ser siempre un rival incómodo para cualquier equipo, formar y exportar jugadores de calidad, son algunas de las cualidades que la afición extraña y espera ver pronto.

Hoy por hoy Pumas no es ni el primer, ni el segundo, ni el tercer candidato a conseguir el título. Hoy ellos son un caballo negro, un equipo del que tristemente, nadie espera algo, ya sea por sus actuaciones pasadas o incluso por el plantel que tiene (sin superestrellas). Aquella grandeza que tanto alardeaban cada vez los protege menos; ya no existe una ilusión verdadera o una añoranza a un campeonato próximo.

Pero no todo está perdido, pues los felinos han mostrado una cara nueva que hace recordar al equipo que fue antes del declive. Apenas han pasado tres jornadas y falta ver el desempeño que tienen después, pero los comandados por el estratega español, Míchel González se notan bien trabajados, con una idea de juego clara, pero sobretodo, identificados con lo que implica estar en una institución como Pumas, en donde la frialdad de los números nunca es suficiente. Claro que hay sus excepciones como la de Martín Barragán y su incidente antideportivo en el juego de copa contra Santos, pero fuera de eso, hay un buen funcionamiento.

Una línea defensiva totalmente mexicana (Alan Mozo y Alejandro Mayorga como laterales, y Johan Vázquez y Luis Quintana en la parte central); un mediocampo discreto pero efectivo comandado por Andrés Iniestra; además de la parte ofensiva: Sebastián Saucedo, extremo por izquierda, con buen golpeo de pelota y velocidad explosiva; Favio Álvarez, mediapunta dotado de destreza y buen trato de balón; y Carlos González un delantero probado. Son ellos quienes le pueden dar al conjunto auriazul una nueva ilusión.

Pero así como pueden dársela, pueden no hacerlo, y ¿saben qué? no pasaría nada: porque para muchos el plantel no es uno que destaque, porque dirán que sus jugadores no fueron aptos para portar la camiseta, o porque el técnico no estuvo a la altura. Así la actualidad de Pumas, un caballo negro que puede esperanzar, pero también fracasar. Si triunfa, es lo que se espera de un grande, pero si pierde, es lo que se esperaba de Pumas.

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