Por: Eduardo Aguilar

Nada más triste saber que en la sociedad siguen presentándose síntomas de la decadencia social; se ha hablado de racismo, homofobia, violencia, pero la violencia de género sigue creyéndose algo atípico, lejano y desconocido, cuando no; es de hecho un problema que crece con gran velocidad y que hoy ha tocado uno de los puntos más sensibles. 

Hay que tener en cuenta que la violencia hacia la mujer no se manifiesta exclusivamente en la agresión física, también en  las agresiones verbales, psicológicas o discursivas. Somos violentos cuando descalificamos a las ligas femeniles;  cuando lanzamos “piropos” (ofensas) que nadie pidió; cuando descalificamos por el único y exclusivo  hecho de ser mujer: “como va a patear fuerte un balón, si es mujer”; cuando la culpa está en ella y no en él; es tan sistémica que no la notamos. 

El caso de Renato Ibarra y la agresión hacia su esposa embarazada, es el mero reflejo de lo que vive una sociedad decadente, a pesar de los múltiples intentos por mejorar. El problema es tan grave que ni siquiera se alcanza a dimensionar, se cree normal una disputa entre pareja en donde el hombre, desde su posición de poder, será superior por ese insignificante factor, su sexo. Y tristemente se cree aún más normal que por ser figura pública, un hombre está exento de ser agresor, cuando no, cualquiera puede serlo. 

La imagen de su traslado al Reclusorio Norte, parece casi fantástica, por una sencilla razón: seguimos glorificando a aquellos que seguimos, y odiando a quiénes pertenecen a los colores rivales. Se le desea el mal solo por “ser del América”, y se espera que haya un arreglo porque es un elemento importante para la escuadra.

Lo mismo ha pasado con casos como el de Cristiano Ronaldo, quien se lavó las manos al pagar 300 mil euros a la mujer que lo acusó de violación. Probablemente este caso se resuelva de la misma forma, un ridículo arreglo económico y llegará el perdón; ¿y el problema? crecerá. 

Lo que debemos entender con urgencia, es que aquellos colores, habilidades, o idolatrías desaparecen cuando la violencia hacia la mujer aparece. Espero que antes del papel de aficionados, asumamos nuestros valores como sociedad y comprendamos que esto, merece un castigo ejemplar: en el fútbol no tiene que caber la violencia.

Habrá algunos que crean que esto es “normal”, y es a ellos a quienes debemos de convencer que en ningún ámbito o momento, la violencia debe ser cotidiana. Hay que asumirnos responsables por actos e ideas, mejorarlas y hacer tanto del deporte como de la sociedad algo mejor. 

1 pensamiento sobre “La violencia no cabe

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