Legorreta Guzman A

Cuando fallecen tus ídolos de la infancia muere una parte tuya. 
No los conocemos, no nos conocen y aún así tocan hilos sensibles en nuestras vidas. Eso pasa con los deportistas a los que admiramos, con los seres humanos que conectamos y con los ídolos que hacemos nuestros.

La muerte, y más aún si es tan inesperada como ha sido la de Kobe Bryant, es una muestra del sentimiento por el que se tiene del ídolo y del héroe. Una nueva perspectiva de idealizar la muerte y en especial si se trata de una leyenda y uno de los primeros astros del deporte globalizado.

«Disfruta la vida. La vida es muy corta como para estar triste o desanimado, la vida sigue, sonríe y sigue con ella».- Kobe Bryant. Sus logros trascendieron la duela, trascendieron a una generación que lo enaltecen como uno de los TOP 3° en la historia de la NBA y uno de los mejores atletas que se han visto en la historia.

Un ganador de 5 campeonatos de NBA, 2 veces MVP Final, 18 veces All-Stars, 4 veces MVP del Juego de Estrellas, 2 Oros Olímpicos y un montón de noches memorables. Marcó a generaciones enteras por su juego, pero también por su compromiso, carisma y mentalidad. 

Su éxito no solo radico en lo deportivo, sobrepasó el mundo que englobaba su deporte (NBA) en el cuál, él era la figura. La familia universal de los deportes lo arropó y lo vio crecer hasta terminar como una leyenda. Llegó con Michael Jordan y se fue, veinte años después, dejando que Stephen Curry y LeBron James escribieran con letras de oro, una nueva era en el deporte ráfaga. 

El día que le retiraron las camisetas en los Lakers (8 – 24) Shaquille O’neal uno de los máximos referentes de la NBA y su ex-compañero le dijo en una entrevista previa desde el Staples Center, su casa. “Estamos hoy aquí para conmemorar la excelencia». Kobe Bryant era un ídolo, para los ídolos.