Por: Eduardo Aguilar

Decir una afirmación así podría parecer redundante, pues el balompié es el deporte del mundo. Sin embargo, a lo que esto se refiere es que la noción principal del amado fútbol, la competencia y deseos de ganar, están más latentes que nunca.

Con el paso de los años el soccer ha tenido diversas trasformaciones: cambios de reglas, implementación de torneos, distintos formatos de competencia, y un incremento comercial impresionante. Con todo este incremento monetario que se vive en el deporte, el escepticismo nos invade y nos quedamos ciegos; nuestros reflectores están con aquellos jugadores que portan ropa de diseñador, que son portada de las revistas de moda o que viven como reyes; hemos marginado a lo importante: la igualdad en un terreno de juego, esa emoción de no saber quién ganará al finalizar los 90 minutos. 

Tampoco se trata de satanizar a aquellas figuras que han luchado por llegar hasta donde están y cobrar lo que cobran. Claro, aquellos “dioses” se han esforzado y por supuesto que pueden tener una calidad superior, pero no será por el signo de dólares en su ficha de Transfermarkt o por la venta de camisetas, sino por lo que demuestran en el campo.

Este caso nos permite ejemplificar perfecto lo que quiero decir: la eliminación del Real Madrid y el Barcelona en la Copa del Rey. Sea el torneo “menos importante”, con un formato nuevo de eliminación directa, en casa o de visita, lo primero que imaginamos: estar eliminados en cuartos de final es un fracaso rotundo. Aquella “calidad superior” por la cual cobran millones, desapareció.

Esta ceguedad no nos permite valorar el esfuerzo que hicieron tanto la Real Sociedad por plantar cara y anotar 4 goles en el Santiago Bernabéu o el Athletic por minimizar al “mejor de la historia”. Porque sí, preferimos decir que aquellos dioses sangraron en lugar de reconocer la valentía de clubes más discretos. Porque claramente para el neo-aficionado del deporte, el signo de buen futbol, calidad y máximo nivel, son los billetes. 

Por ello el fútbol no ha muerto, y el ejemplo más claro está en la Copa del Rey 2019-2020: el Granada equipo que constantemente pelea el descenso de LaLiga se deshizo del campeón Valencia y su fuerte inversión China; el Athletic Bilbao club con valor de plantilla 4 veces menor a la de su rival, el Barcelona, los echó; Real Sociedad octavo de liga eliminó al siempre “invencible” Madrid; y en el caso más extraordinario, el Mirandés, de segunda división, despachó al Villareal, pero no solo eso, también le robó el sueño al Sevilla. 

Quizá sean ideas muy románticas y apasionadas, pero desde esta visión, el deporte debe ser así, cargado de emociones y nunca de determinismos. Porque pasó y seguirá pasando, aquellos clubes que fueron glorificados por el dinero, seguirán cayendo ante modestos equipos; porque nunca, el fútbol tendrá una página futura ya escrita.