Por: Eduardo Aguilar

Los sentimientos no se aíslan del fútbol, quizá aquellos que lo ven como mero entretenimiento o como una forma de perder el tiempo, sí puedan alejarse de todas las emociones que envuelven a este amado deporte; tal vez resulta más sencillo solo disfrutar de un partido, apagar el televisor y olvidarse, claro que sería más fácil ser insensible, pero una vez que sientes los colores de un club, no hay vuelta atrás, te construyes desde la camiseta, desde el estadio, desde los triunfos y los derrotas: amas y te duele ser parte de aquello que Eduardo Galeano nombró, la única religión sin ateos. 

Y es que es cierto, cualquiera que entre ya no puede salir, así como tampoco cambiar. Qué extraño resultaría para un apasionado del balompié amar un día a un club y otro día al rival; claro, para quien no profesa esta “religión” no representa ningún problema, pues, ¿qué más da? Tampoco hablo de que sea una obligación ser ese apasionado, no es un crimen no sentir, está bien, pero esto, esto va más encaminado a quien lo siente con fuerza.

Así como los seguidores del Monarcas Morelia, quien en el futuro cercano solo conoce un destino, mudarse. ¿Cómo que mudarse? Sí, irse a otro lugar, pero no irse con la jerarquía que implica ser un Monarca, marcharse para algo nuevo, para un nuevo proyecto deportivo y sobretodo económico; de Morelia a Mazatlán, de Monarcas a Delfines F.C., es así como un equipo que nació en 1950 hoy se desvanece. 

El caso es que una nueva franquicia, los Delfines FC, serán el nuevo equipo en la Liga MX; de un día para otro se anunció que la franquicia de Monarcas se convertiría en esto, sin aviso, sin nada, un golpe absoluto sobre la mesa, claro el fondo de todo esto es económico.

Toda esa gloria construida por ídolos como Claudinho, Iván “el fantasma” Figueroa, Darío Franco; esa identidad que está en el territorio purépecha; los 6 títulos que se consiguieron pese a no ser los favoritos; el prestigio y la historia se quedará ahí, en esa plaza de la cual muchos se enamoraron, pero que el día de mañana podrá ser reducida a nada gracias a los 400 millones de pesos que puso sobre la mesa esta nueva franquicia (la cual es parte de a los mismos dueños, así de ilógico).

Grupo Salinas no vendió la franquicia, se alió con empresarios sinaloenses para crear un nuevo proyecto económico disfrazado de deportivo, pues se piensa que la plaza en Mazatlán cuenta con un impulso monetario mayor que Michoacán, pero algo que quizá olvidaron es que la fidelidad y amor de una ciudad no se gana con dinero. Pensemos que estos “Delfines” nacerán no como el nuevo Monarcas, sino como el que se encargó de desaparecerlos; el respaldo del público seguro no lo ganarán desde el inicio. 

Además, en Sinaloa cuentan con un rival de peso como lo son los Dorado, que pese a estar en segunda división, son un club popular; y si esto no fuera suficiente, en esas tierras el fútbol no es más que el segundo favorito, pues la tradición beisbolera es lo que la cultura sinaloense considera como lo número 1, no por nada la Liga Mexicana del Pacífico tiene a cuatro de sus 10 equipos en Sinaloa (Venados, Tomateros, Algodoneros y Cañeros), mientras que cuadros soccer uno y futuramente 2, de los cuales no hay historia realmente trascendente.

Este complejo intercambio de sedes no es el primer caso; en la liga ya se habían dado otros que al igual que ahora, el dinero prevaleció por encima de lo deportivo: cuando los Tiburones de Veracruz compraron la franquicia de los recién ascendidos Reboceros de la Piedad, o cuando la directiva de los gallos blancos de Querétaro adquirió a los Jaguares de Chiapas, ninguno salió bien. 

En el caso de Monarcas, aficionados, personajes influyentes en el medio deportivo, jugadores, ídolos, e incluso el ex presidente Felipe Calderón se han pronunciado al respecto y todos coinciden en el que es un golpe muy fuerte para lo que representa Monarcas Morelia, tanto que la afición purépecha salió a protestar en plena cuarentena. 

Existe una solución, pero sería una que sigue los patrones de un sistema turbio y sin importancia por la identidad e historia de los clubes. Esto es que, empresarios decidan comprar una franquicia (se habla de la Tampico Madero, cuadro Tamaulipas ) y la muden a territorio michoacano, pero las implicaciones serían las mismas; borrar toda identidad de otro equipo.

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